14 de Marzo de 2020
DÍA 1 del NO estado de alarma en España
Vivimos días y semanas excepcionales. El famoso coronavirus COVID-19 está ya circulando por España, y por el momento, ensañándose especialmente con la ciudad de Madrid. Nos ha cambiado la cara a todos prácticamente de un día para otro. Una gran parte de los españoles, a excepción de personal del sector sanitario, alimentación y servicios básicos estamos en casa encerrados. El motor económico del país se ha parado. Restaurantes, bares, tiendas, terrazas, gimnasios, teatros, cine… todo cerrado. Hoy las calles estaban desiertas, apenas han pasado un par de coches por mi calle en las últimas horas.
El mensaje que nos han transmitido es que mientras tengamos a este virus por aquí, hay que tener especial cuidado con los ancianos, hipertensos, diabéticos, personas inmunodeprimidas…Los niños y jóvenes a día de hoy parece que muchos son asintomáticos, y la mayoría de la población adulta que se contagie durante los próximas semanas pasará el virus mostrando unos síntomas parecidos a los de la gripe ( algo de fiebre, tos, dolor muscular…). El problema está en que entorno al 10% de los infectados requerirá de cuidados intensivos y de una cama en el hospital. El virus se propaga con una facilidad increíble y todo apunta a que habrá un pico de contagios muy alto en las próximas semanas, con lo que nos encontramos en riesgo de colapso del sistema sanitario.
Nos han dicho desde el gobierno central que este encierro en principio va a durar 15 días. Lo dudo mucho. En China llevan más de mes y medio recluidos y cerraron la ciudad cuando tenían (oficialmente) 480 infectados. Aquí hemos llegado tarde, estamos actuando de manera descoordinada y hemos dejado que el virus campase a sus anchas durante muchos días. Hace solo una semana (han ocurrido tantas cosas y a tal velocidad que parece mentira que sean solo 6 días), el gobierno central y una gran parte de la clase política del país, de manera irresponsable y negligente, lanzaban a la ciudadanía un mensaje irreal acerca de la crisis que se nos venía encima, cuyo punto álgido fue el ya no solo permitir concentraciones de gente y actos multitudinarios, sino alentar manifestaciones masivas para obtener un supuesto rédito político.
Dado que tiene toda la pinta de que pasaremos un largo período de tiempo en casa durante las próximas semanas y debido la excepcionalidad del momento en el que nos encontramos, me he decidido a ir dejando por escrito las vivencias y el devenir de los acontecimientos durante los días venideros. Seguramente publique estos textos. Únicamente tienen por objeto convertirse en el transmisor de unas vivencias y percepciones personales de lo que bajo mi punto de vista está aconteciendo.
Cómo hemos llegado hasta aquí.
Había voces que alertaban de la gravedad de lo que estaba por venir. Tildados de locos y alarmistas por los medios de comunicación generalistas. Una gran virus está parando China.
El día 1 de Enero de 2020 se reportaron, en la ciudad de Wuhan, los primeros casos de contagio por COVID-19 en un grupo de personas vinculadas con un mercado de animales vivos de la ciudad. En aquel momento se hablaba de una especie de neumonía que parecía ser muy contagiosa, incluso un posible rebrote del SARS. Con el paso de los días, el número de contagiados aumentaba muy rápidamente y el 22 de Enero se cerraba la ciudad de Wuhan con dos premisas muy claras, evitar el contagio y el colapso. El contagio de una gran parte de la población al mismo tiempo provoca un colapso del sistema sanitario. Cómo sabían que el colapso iba a llegar, la diligente China nos dejó aquellas imágenes tan impactantes donde se veía como levantaban un hospital de la nada y totalmente equipado en menos de diez días para atender a sus enfermos más graves.
China es un gigante. Posee una maciza estructura política dictatorial en la que que nadie que tenga dos dedos de frente puede pensar que se hayan paralizado regiones enteras durante semanas por una simple gripe o catarro, como así bautizaron a este COVID-19 muchos tertulianos y mamporreros del régimen español hace tan solo una semana por las televisiones y medios. Un catarrito con una tasa de mortalidad muy baja.
Después de China, vino Italia.
Italia son nuestros vecinos, europeos y primos hermanos. El paciente cero hizo saltar las alarmas en la pequeña ciudad de Codogno allá por el día 21 de Febrero. El maldito virus había aterrizado definitivamente en Italia O mejor dicho, habían detectado su aterrizaje, porque seguramente llevase mucho más tiempo circulando por aquí ( cabe recordar que a España ya había llegado). El día 25 de Febrero se habían detectado más de 320 personas contagiadas y el 2 de Marzo la cifra de infectados superaba los 2000. Posteriormente, el 8 de Marzo, dichosa fecha negra en nuestro calendario, el gobierno italiano cerraba la región de Lombardía y otras 14 provincias. Un día después, la medida se hacía extensiva a la totalidad del país.
Como nota adicional, mientras desde nuestras instituciones oficiales nos transmitían que esto eran un resfriado, La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el 30 de enero de 2020 la existencia de un riesgo de salud pública de interés internacional.
El primer positivo en España se detectó el día 31 de enero en La Gomera, un turista alemán que según nos explicaron lo había importado de Alemania. El 10 de febrero detectamos el segundo contagio, un inglés que vivía en Mallorca. El 23 de Febrero, la figura de Fernando Simón, que ahora parece ya una pesadilla del pasado, nos explicaba a todos los españoles que «En España ni hay virus ni se está transmitiendo la enfermedad». Todavía me pregunto de qué se reía este tipo cuando salía en rueda de prensa a dar el parte diario de infectados.
Tras lo que parecía un avance lento del virus, el 3 de marzo el ministro-filósofo de Sanidad, recomendaba (si, recomendaba, y esta maldita palabra se repitió hasta la saciedad) que se debían celebrar a puerta cerrada competiciones deportivas con afluencia masiva que impliquen a equipos de las mismas zonas de riesgo. Recordemos que España por aquel entonces no era ninguna zona de riesgo. Además, pidió cancelar congresos y encuentros médicos. Y este detalle pasó desapercibido en aquel momento, pero creo que no debemos quitarle ni un ápice de importancia a este punto. Todo fueron recomendaciones porque está claro que lo que no quiere tomar este gobierno son decisiones trascendentes, pero concretamente en ese punto sí que se curaron en salud ya que se olían lo que estaba por venir.
El 4 de marzo se conoció la primera muerte por el COVID-19 en España, un hombre de 69 años que había fallecido el 13 de febrero en Valencia (si, tres semanas antes). Se le detectó el virus en una necropsia posterior. Nos explicaba con su risita Simón que seguíamos en la “fase de contención del virus”, ya que “no es una indicación clara de que haya aumentado el riesgo de la transmisión”.
A largo de la semana, el número de contagios empezó a aumentar. Era patente que el virus había llegado para quedarse, pero el mensaje desde fuentes oficiales seguía siendo el mismo, “estábamos en fase de contención”. Y para el fin de semana que teníamos en el horizonte, estaban previstos numerosos actos, mítines políticos y la gran concentración feminista del 8M de la que el gobierno saca tanto rédito en los últimos años.
La OMS por aquel entonces desaconsejó a los gobiernos la autorización para ningún acto multitudinario en los países con riesgo de contagio alto ( véase España). El gobierno, perfectamente consciente de la situación, en lugar de tomar medidas para frenar esta locura, alentó de manera irresponsable a la población a acudir a estos eventos.No olvidemos que los representantes feministas del gobierno, como ha quedado reflejado en tantas imágenes de aquel día, se protegieron de manera exhaustiva con guantes de latex para evitar el contacto de sus valiosas manos con cualquier otro ciudadano.
Al día siguiente se cayeron las máscaras de nuestros irresponsables gobernantes, y se declaró que el escenario de la enfermedad había cambiado. Había 1200 infectados confirmados (se había doblado el número de contagios con respecto al día anterior) y Sanidad transmitió que «obviamente hay algún tipo de transmisión comunitaria” en Madrid y País Vasco.
No habían pasado ni 24 horas de mirar hacia otro lado, de negar la realidad, de alentar a hordas de ciudadanos a que se tirasen a las calles a manifestarse, a reunirse, a asistir a mítines de sus partidos… Y el regalo es que el virus empieza a manifestarse normalmente de 5 a 7 días después de haberlo contraído.
El 11 de Marzo, hace ya tres días, la OMS declaró que la enfermedad se consideraba ya una pandemia (por aquel entonces había 118.000 personas infectadas y 4.291 muertes en 114 países del mundo.
Ayer, día 13 de Marzo, anunció nuestro Presidente Sánchez que iba a aplicar el estado de alerta en diferido, en espera de reunirse el consejo de Ministros durante la jornada de hoy.
El comunicado se esperaba a las 14 horas, pero ha sido aplazado hasta las 9 de la noche.
Llegados a este punto, y a día 14 de Marzo, siento que hemos tardado mucho en actuar. De hecho aún no hemos dado una respuesta conjunta como país. Creo que tenemos la suerte de que el gobierno de Madrid ha cogido el toro por los cuernos. Esta crisis requería de soluciones rápidas, tiene que servir de algo la semana de ventaje de aprendizaje que nos ha dado Italia.
Echando la vista atrás, me queda claro también que a los ciudadanos nos han tomado el pelo. Nos han engañado, esto no era la crisis del catarrito que nos vendieron. Los últimos días de Febrero y los primeros de Marzo eran absolutamente esenciales para actuar. Dar una respuesta contundente y adelantarnos al virus como por ejemplo lo hizo Corea. Y sin embargo nos quedamos de brazos cruzados, esperando poder dialogar con el virus o tratarle con la correspondiente perspectiva de género. Como he leído en Tuiter, los españoles había votado un gobierno de gestos, y eso es lo que nos están dando. Gestos y pocas acciones.
Espero que mañana, cuando continúe escribiendo pueda dejar plasmado que por lo menos se ha tomado alguna medida desde el gobierno central para tomar las riendas de la crisis.
Cambio de actividad para soportar el encierro al que nos toca estar sometidos durante unos días por el bien de todos.